El Heraldo masonico

EL IIEltALDO MASONICOª Año •I ,} Callao, Lunes 30 de Junio de 1862. } N,úm. 22 EL HERALDO. hayan corrido ríos de sangro y que innumera· bles víctimas inocentes se hurnn sacrificado– Al 'lnmauo del objeto sou siempre los medios (Jl,e se emplean para conseguirlo. Calígula, Nerou, Cronwell, San Uartelemy, lll guillotina, nombres '•i•' ¡¡;;; ¡¡¡¡¡¡¡..;;;;;;;;;¡;¡¡¡;¡¡;;;;¡;;¡;¡¡¡;;.;;;;¡¡;¡;¡¡;;¡¡;;;;;¡;;¡;¡;;;,;;..,¡¡¡¡¡¡¡¡,.,¡_,¡¡¡;¡;¡¡;;¡¡;.;¡¡.,;_¡¡¡, terri h les q 11 e re p r csen la n I a tiranía, tan lo paru EL Ji. 'DE JUDO. conscrvnr el principio do absolul.i autoddnd, La lucha fomentada entre-los principios de an- , tor.itla<l y libertad, ha pro<lncido en el mundo grandes hechos: de un lado combatian el error J' ,los invenciones bastarcfas; de olrn, esa crea– cion innata en ol hombre, el libre albeclrio: los unos empleubao la .fuerza nrélterial, el terror, In hog,uer.1; los otros el razonamien Lo s las buenas a<wiones~ mientl'as que los primeros se locupie– taban de riquezas y cifraban su poder cu los odiosos privilegios,; los últimos pobres y lotlos iguales entre sí, av,1111.aban con paso tlejigante hacia el ·campo donde debia realizarse la pelea: estos ,dogres y lozanos, llevaban sobre sus pen– dones In santa eílgie de la JUST1cu; nqucllosdes– c,mfia<los y maquinon<lo siempre coruo evot..lir el encuentro pt1ra á mansalva introducir su .pu1)al cn~enenatlo en el corazon de los libres, condu– Gian bajo el manto de la hipocresi3, el fantasma ridículo del servilismo. Y pasan los siglos, y las épocas se suceden; y .se wen brillar, a ~lo_)-sescomo l~islador, I.Í Jos1ré c~mo guerrero, a David como prudente, á Salo– m-011 como ~ahio; y los Griegrs y noma nos alzan cl estandarte do la unidad, visl11mhradose casi el triunfo del principio ~nlv,1dor, pero la ambi– cion los ciega y la lucha se enar<lcr.o mas. Viene luego la sulllim0 epopeya de la \'edencion, que ejecuta el mismo Dios humanado, y la virtud, la inleligencia y la igualdad se abren paso entre la ignorancia y la oucecacion. Y sin embargo cor– reci <lie.z y ocho siglos mas, y el oscurantismo de~pecha<lo porque se vécasi veneido, riM con <lesespcrncion y la trnmpeta de muerte resuena p0r <lo quiera; el sacrilkío es de sangro y la re– sistencia l.anto mas noble: so <lá tmguas al corn– hat-0, porque la fotiga rinde á los guerreros, sen este icterv(Jlo apare~ poi· la parte occidental del glol~o una luz p111·a )\ radiante; es el 4 do Julio á0 1776: la tierra se ilcmina y al 76 responde el 89, y luego el 1808, 181 O, 1821, y la líbertad de un mundo. m siglo XIX presenta sus dos faces claras: en la 1rna est{I el principio <Je auto\'idad; en la otra &l (H'incipio de libertad, pero vol viendo la vista alras,, observ.imos, que, para llega1· al equililirio eu quo el mundo se ha colocudo, hu sido p1·e– ci.so <Jejm· la li~rr(I cubierta de cadáveres, <¡t1e como parn hacer surj~r el principio Je lihertad. De las hccalómbes, de In sangre llumcanle, Jel tenor, se levanta una figura blanca, en cuya:. ves.iduras se ven manchas rojizas. -Esa fl~u,·a es la libertad, y los manchas el simbolo de la lu– cha que aun hay que sostener, por~¡ue la obrn no esta terminada. Unos hombres han sobresalido -en tau larga como cruenta conlicn<l.i, 110 salamente incnlcaa~ do l0s sentimientos homaoital'ios, sino esponien– do sus vidas para impedir el ase~inato, el robo y la violcnciu. Esos hombres se han cncoolrQtlo en c1mbos bandos, predicando la concor<lia y la caridad para los vencidos: ellos, defensores infa– tigables del principio regenerador, se revelal.Jan contrn la aturdida multitud cuando traspasaba los límites prescritos por la justicia. Para <lefen– der el <lcrecho, <ler.iun, n0 se esgrimen mas á1• mas que la rawn-. Pero ¿cómo eont<:ne1· al }Hle· ulo astiado d~ sufrlt: y tr0bajn1· sin otro pl'o,~– cho que el lujo d<'slnmbraotc coh que las clo~s privilegiadas le insultaban? ¿Cómo hacerlecom– t>render que sús enemigos eran hombl'es y poi' consiguiente sus hernrnnos ante la ley univorsnl, c11an<lo los nobles le desp1·eciaban, y calificában– le como bestias? Can lodo, esos apóstolos tle la tolerunc:ia, esos eorazones abnegados~ no rctro– ceuian ante tan justas como ciertas observaci-o– nes; y mcdiaüte sns buenos oficios, se ha llega– do casi .il fin de la jornada, con mucho menos estragos <lo los que e"igia lu dominacioo de t0n- 1ossi¡.;los, y lo arraigados que estaban la igho– rnncia y las preocupacione-s. Pues bien; esos hombres a quienes 1,, l1111noni<latl y la cívili~aáon Jelien la mayor parte do la altura en que $e e1,– cuC'ntra11, son los masones. Oiga lo que quiera el fonatismo, la masl:Ht~rta lw sido la mas brillantl} antorcho en todos los episodios del mul'ldo, porque ella l,a proclufbodo !iín embozo ni altnncria, la rerda<l. Cuando no existían logi¡1s masónicas, lwbian hombres {;1H1li• rnsos y valiente.:;, que predicaban sus <.loc~1'int1~ con el lauda hle objeto de dar ensanche y 80li<.J\,z al solemne principio d~ lihe1'lad. En lo~ últi.iut,s siglos especialmente, la institucion masónica, 1 n conquistadoso el renombre de popul~1·, r~rtt(Jc en efocto, ellil re(;ibo en S\1 6eno ol hombre) ho11 -

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