El Heraldo masonico
EL IIE!l.\LOO. de Yerdatl lan graneles, tan admirables y t:in períoclarnenlo inimitables, qne el in,·<.'ntor sería 111as digno de admiracion que el héroe. n « Yo n0 <:<- 1 or q 1e se qui~re :itribuir la belln moral cJ,, 1J110~1 ·os l!hros á los progresos de la filosoíía: e,:;ta 11101 ,ti sacad:i del t~vangelio, eril ,·risliana antes de ser 11los6ficn. Los preceptos do Plnlon son sublimes muchas yeces; pero, ;,c11á11lo uo I erra en otras, .r hasta donde llegan sus orrores? En cun n lo il Cic·eron, ¿se pod r{, rrcor que sin Phton hubiese hallado sus oficios? El Enrngelio, pues, es solo., en cuanto a la mo– ral, siempre seguro, siempre verdadero, siem– pre único ~ sie111prc sem<.'janto a sí mismo. » Palabras ta n poderosas en boca do un hom– b1·0 perseguido como enemigo del cristianismo, no puetlen menos q1.1e ha cernos repetir con él mismo-L.1 vm, y ~n;cnTr. oi,: J1m;s so:-; DE e:,; Dios. Los masones que por las máximas sagradas de su instilucion, son los primeros cristianos, tal vez; recuerdan la santa semana con esa uncion digna <lel hombre civilizado, y propenden a que tas <loctrinas del Sal\'aJor del género humano, produzcan en !odas las genernciones los ef~,c los que so propusiera-Tan grandes hechos il fa,·or dela humanidad, merecen grandes recuerdos, osquisita asiduidad en propagar sus dorlrinas y una abnL'gacion que pucua acercarse algo a 1;1 riuc tuvo poi' nosotros ese !10mlire que espiró enlrn dos ladrones, perdon.indo á sus enemi– gos, proclamando la igual<lad y dúndonos <'jem– plos de to!erancia. Revista de la Semana. Brujas.-Annquc no sea t111 asunto mas(ini– co del que vamos á hablar, es de mucho interés para qu_e lo dejem'>s pasar sin sus respcctiros co– mentanos. "Jl:! Chalaco »hadado cuenta al público de cier– ta m11Jer que declaró anle la autoridad, que rcal– menle ejercía la prol'csion de bruja. Esta mani– fos lacion en la mitad d!'I siglo XIX, tiene una sig~1ificacion giganlesra, puesto que nosotros cre1amos, que la 6poca tic las liadas, los oráculos los ~ortilc.r;ios y otras lontcrias de este géner~ hab1an desaparecido; mas, como dej,rn1osllicho, huy profesores y por consiguiente, indi\'idnos que creen c_n tama11os disparates, sin advertir, que los brt1JOS son generalmente gen te ignoran– te, pero bastante nudaz para extracr las mone– das del incauto que cae baj o sus ga rras. Presumimos que la :iutoridad ·1wra casli,.,.ado ú la profesora tic brujerías con la 1;ena co~pe– .1ente, porque es un e~<:~ndalo que en un pueblo Ilustrado corno el nuesll'o, pululen esos bichos riuo lanlo•c.laiian it 1~1 sociedad. Procesiones.-Las de Semana San la, mas q~c olrus, dcb!¡¡n l1ac:crse con lodo el recogi– miento y alta importancia del acontecimiento que r<::presenlan; pero par<.'cc que esos n1ismos fu11damC'nlos iníl 1,·eran en ridiculizar los aclos mas sérios v cdiíi~an lC's . Cuando las cosas no p11cd011 l1ac~rse con toda la majcslad y circuns– peccion que rcq1•ierc11, m!'jor seria no haccrl¡is. Los 111011guados 11rnyo1·domos crcerfo q11c la pasion y muerlc del Salrndores solamente el si– mulacro ridírulo que ellos practican; pero esos hombres humildes no son responsables, porque igno ran loq11e h,H·cn: ellos viven para su traba– jo, su-; esposas r sns hijos. I.os que m<.' recen se– Yeras inc·repac.iones son las a II toridades civiles y etlesiástir.as, que suponiéndolas á la allurn de la ci,·ilizndon y en pleno c·onociniiento <le lo que imporlan esos actos, no los prohiben, si es qtte 110 pueden conseguir que, tanto las procesiones, como los concurrentes, llenen <lobidnmen te las c:-.igenrias del c.iso. Si nos oc11p:í rnmos de los detall es di! las cere– monias que se han parodiado en Bolluvisla r~le ai10, como en los demas anteri ores , tendríamos á pesar n11es11·0, q11e empicar un lengunjo des– templado, porque al ta111a110 de los abusos debe ser la rcprension. Baslc pues, lo did10, para lsaeer notar a quien con,·eng,,, quo esas proce~ siones no Sú ha <·en c:on órdcn ni rcspeta\Jilidad~ ,r que mas religioso es suprimirlas. VARIED:,-.DES. LOS ESPOSO S. ( \ fi'ri C.Ut.0 ORIG1~,\I.) -( \é.isc t•I núnwro 8 J- Las glorias del g6noro humano en lodos los ramos cono(idos, tienen, diicrla ó indirccta– mcnlo, su principio en el amor de ambos sexos. Así es c¡ue la corona de las glorias, viene á ser el matrimonio. Las grandes desgracias de la humanidad, pro– riencn del orgullo ó dignid:iu ofend idos. Y siendo In cuerda mas sensible del cornzon, la q110 une a los c6ny11jes, si se rompo esta, el matrimonio produce los grandes males que la soc·ietlad ha, i:,lo pn sar. La patria ha menguatlo mu<'has ,·eres :-u de– coro por la impureza de una esposa ; y lus 1ro110~ do muchos siglos han sic.lo clerribndos por la li– Yiandad do las r<.'inas. )lalrimonios desgraciados han I rodu cid<> grandes criminales; y el catálogo ele l 1 >s san to~ cuenta muchos miembros infamados por SU$ consertcs. De manera que el matrimonio es el 01 ígen dal bien y del mal. Y es ley do la naluraleza el matrimonio!. Y el cclilH1 to claua á la sa lud y lamb1en al cuerpo social. . . ¡Inescrutables designios ele la Pro, td~ncia! Unos al hombre ron la muj er, y de esa t!n1on se desprende con tanta facilidad el infort11010 comQ la felicidad!
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