El Heraldo masonico
• EL HERALDO. dencias oc:d:ns, ellas se hnbicsen manifestado, como lns de. los jesuitas, en nuestras luc:has po– líticns. Hu!Jiérase Yisto á masoues represen tar 1111 mal papel bajo los auspicios de su orde n. Mas los anales do la Frauc:ia no rcprouuccn uu solo m:ison, que obrandoe11 la esfera rnusónica, se haya expuesto á la censura pública . ¿Cuundo y dónJo so ha visto ú los masones ,.1me11awr, a rma rse, entra r en la lncha, procl.t– ma r á alguien 6 alguna cosa , ó desplegar cierta bandera? ltoy din-son altos personages los que nos lo asegurnn. El mason j amás abjura sus c reencias p~líticas a favor de sn lógia . Entrad e n algunas lógias de París, y allí ,·ereis hombros Je toJos colores políticos. Este es precisamente el ca rácter de la maso– ne ría. Ella es una sociedad de cmanci pacion iu– telec:tu a) y mora!. En ella se uprendc a amar al hombre, porque es homl>rc,y en ella se desnuda al hombre do todas aquellas preocupaciones que impiden al de, oto sistemiHico y ali liado amar a o tro que no sea de su reli3ion.La masonería no es un pa<, to en tre ltombresc¡ ua se proponen dominar a oLros ho111brcs;ellaes prccisamcute una alianza que impide que el hombre sea dominado~ ya por las preocupaciones,) a por b iguorancia, ya por la injusticia. . Seria injusto en un pais civilizado embarazar la rcunion de hombres que no so proponen oLro íiu sino la libertad completa del espíritu lrnma- 110; como QS justo que toda sociedad organizada :»e defienda couirasus calumni adores. La masonería no ba molestado jamas á uin– " Ull aobierno. Las sociedades rcli!.?.iosas han en- '::> l..' ,._, cend ido la " nerra en un tiempo, haciendo pere- t:c r u millé.11~es do hombres. No trepidan a11te los medios; todo les es licito. Si fuera en su po• der; bien pronto vcriamos retroceder la ltu111a– nidad a aquellos tiempos de sangrientas lnchas, cuando los hijos de una misma patria so ciego• llé:lban en nombre de Oios. Los masones en ninguu pais dependen de un amo cxtrangcro. En vano hojeareis la historia para cucou trar que hayan jam~1s llamado al e ne– migo eu su patria ó que lo ha) an favorceic.lo . Hegistrad la historia de esas sectas y v ercis jefes cxtrangcros a s11 cabeza; todos favorecen mas 6 menos la cansa ox trangera. Si el Papa se detlarasc en guerra con la Francia, quizás las socieclndcs de S. Y. de P. seri an sus aliados, lo mi,mo que las sectas religiosas en tiempo de E11- nque IV eran los au:\iliares Jet Papa y de Espa– lia. Esto lambien es llist6rico. Escuchadnos, seiiores patrones de lu sociedad do S. Y. de P:: dejad ú la masonería en paz. Ella 110 os ha buscado. i'\o son sus miembros qui eues l1a n pronunc:iudo los discursos de Lu– signan, quienes han dittado las pastorales. Ellos os dejan tranquilo::;; ellos os dejarán siempre tl'élnquilos: porque su prineipio es arrostrar la cólera de la ignorancia y las preocupaciones del' fanatismo. Leon Plée . (Del «Si6t:lc » de París. ) INSERCIONES. V.·. i\l. ·. QQ.· . HU.·. Muy grato me es presentarme por primera vez ante vosotros, aunque en circunstancias de sentimien to y dolor, en las que honramos la me– moria de un amigo, de 1111 hermano, de un miembro de este respetable Ta ller, ni q• e la sñ– bia mano del 01nnipoten te ha llnmadv (1 la ma11- sion e te rna r,le los j us tos, donde desea11sa en paz nuestro querido hermano Juan )lanuel Ugartc. La muerte , esa ley fatal de la naturalt•~a, ~¡ la examinarnos con cu idado, queridos 1111. ·• es un bien para el hombre, que c:omo nuestro heL'– mauo Ugarte, supo llernr ni c:auo la mision que Dios le conHase sobre la tierra. Porque ¿qu6 se– ría de nosotros con una existencia ilimítada, en la cual no pouriamos alcunzar la perfeccion ni el completo dosatisfacciones, oingun deseo, ni los altos fines a qnc somos creados? S111 duda desesperaríamos y la vida so nos haría odiosa, se nos ago taría el sufrin1iento, y descsperad1,.;, pediríamos al ciclo nos la corlase por no podei la sobrellevar. Todo lo que existe, qq. ·. hh. ·., cuanto nos rodea y está cu rnlacion eon nosol.ros, tiene con– d iciones inherentes de existcneia á su naturale– za . El hombre que os el ser privilegiado, fornw– do {i la semejanza de Dios, tumbien lo vclllos su– jeto a esta ley; y vuelve en efecto ü. su orígen todo el apnralo orgünico de que fu{' crendo; y la espi ri tual:dud que es la existencia, es la quJ vuela al lado del Ser que la creó. Este es, qc¡. ·. hh. ·., el t6rmino del hom!Jrn sobre la tierra; despncs de fatigus inmensas y de trabajos que le son inseparables en la Yid:i, des– de su infancia hasta que exhala el último s11spi– ro, porque el mundo no es mas para ~I,. que t~n mar de tormentos en el q ue Oí.1Ycga 1nc1crto s111 la segu ridau del momento. '.\[as, siempre en~a · liado por sus ilusiones y esperanza;;, se promete uu porveni r que en iusomuios cree rcaltza~u; mas, ¿quien sería el que le revelase el que 11Ja cngaüado, pues lo llegabu _el momento fatal? nn – die, porque a la inteligencia humana que es HHIJ limitada no lo es dado penetrar en los arcanos secretos' e incomp1·eqsib lcs dcsip;nios del Ser eterno 6 inliniio, que con sábia mano rcgul" los destinos\ la marcha de los diYer:;os mundos de la ercacion. Esto destino fu6 cumpl ido para nuestro queri– do hermuuo foan '.\léinuel Uga rte, ;il que nos dc_– hcrnos resignar: tal nos lo dice la religi1Jn y In f1- los0Ha, esta fu ente ina!,•Jtaule de s:ilndablcs cou– suelos sobro cuyo pedestal descansa la mora l_y la r.oncicncia. Esa rel igion es ü l,1 que de!Jio acogerse m10s1ro hermano en el monicnto terri-
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