El Heraldo masonico

EL HERALDO. su seno un crecidísimo número úe sócios, en tre los cual es figuran talentos distinguidos, virtudes encumbradas _v nobles profesiones, no es porque t:omisjonados expresos hayan salido a atraerlos c·on fingidas promesas, sino que ellos oyendo la voz <le la razon, de la caridad y de la fratern idad , voluntariamente fueron á Locar las puertas Je los templos masónicos. Y el trascurso de los si– glos, ese considerable número de asociados, ¿no son pruebas bastantes de la bondad de la insti– tucion? ¿Qué importancia pueden entónces te– ner los desa hogos de uno que otro ascético para desvirtuarla? Por mas que hagan encontrarán siempre <le– lan te el e sí á la majestuosa esta tua ele la rnnoAo, y se veran precisados ú retro~eder para ocul tnr– se tras la ca lumnia, que es el arma con que hiere la impotencia. ( Continuará) Revista de la Semana. Ll'í DEBER MASÓN1co-Los Tal!.:. de Lima y esta ciudad han proporcionado los consuelos á que cstan obligados, á un hermano, que en esos mo– mentos menguados de la vida, tuvo la infelici– dad de dar suelta a sus pasiones. Siempre es sa tisfactorio para el hombre encontrar amigos que puedan hacer menos penosa la desgracia . Los masones todos han corrido al lado del her– mano á dulcificar sus calamidades, ya que no les es dado extinguirlas, porque la ley civil se los pro hibe; y el mnson respe ta mucho a la ley. Aunque es un debel' de los masones consolar al hermano que está en desgracia, no podemos sujetar nurslros impulsos, y en nombre de la human idnd, damos á los Resp.·. Tal!.·. de Lima y el Callao, In muestrn mns cordial de ngrndeci– miento. Y el hermano, cuya estrella se ha ecl ipsado por la interposicion de una oscura nube, reciba la débi l pero sincera pl egn ri a con que ped imos al cielo que vuelva a brillar pura y radiante. h1cuc1or.--En el Resp. ·. Tnl l. ·. d ustici~ " ha recibido l,1 luz mnsónica un jóven lleno de m6- ritos y ap titudes. cuyo nombre quisiéramos re– Yelar, porque las buenas adquisiciones no debe– rian ocultarse; mas algu nos hermanos nos han incli ct1do que para hacerlo, consu lt emos antes su Yoluntad, y corn o no nos ha, a sido posible verle, nos contentaremos con nnunciar a nues– tros lec!ores que un nuevo miembro ha ingresa– do a lns filas ~c los obreros del porvenir. La ini– ciacion fu6 solemne y ni discurso pronuncindo por el hermano ora dor, le riamos colocacion en la seccion de inserciones. Reciba 01 recien ini– cindo nuestras fe li r:itaciones. Y el genero humano crece y se multiplica. La sociedad estableció los medios decorosos de esa multiplicacion: Y la sociedad so aumenta y multiplica, me– tlinnte el matrimonio. El mntrimonio constituye la union indisolu– ble de ambos sexos, y las generaciones se su– ceden mereciendo el respeto y ucatnmiento de la sociedad. El mntrimonio constitu ye la felicidad de los conyujes, cuándo se aman _v respetan. El matrimonio lleva invívito los enca ntos y la fe liciclnd real y efec tívn, cuando los cónyujes se aman y respetan. Los esposos, que comprendiendo la impor– tancia de su estado, llenan mutuamente sus de– beres, hnccn un Edem de su hogar. Fuern del matrimonio no hay felicidad posi– ble, ha dicho un gran filosofo. Y en efecto, e::I hombre y la i:nujer nacieron el uno para el otro; sin el uno ni la otra ¿qué se– ria del género huma no? La esposa honesta, moderada y discreta, es una joya inestimable. La esposa casqui vana, ambiciosa y audaz es la ruina del matrimonio. El esposo desa tento, vicioso o imbécil, labra la desgraria <le su consorte y la de sus hijos. El esposo, puede titularse el padre de su es– posn, empleando para moderar sus pasiones la dulzura, y oponiendole, mns bien que el rigor, sagaces amonestaciones y ejemplos honestos qne pueda imita r. Si entre lasoc iedncl conyugal desapnrecen las recíprocas consideraciones, se convierte el Edem en un infierno. La moderacion en los hábitos ele los cónyujes es una pnrteprincipal del matrimonio. El tiempo debilita nnturalmenle el amor: pe– ro el método y el comportamiente digno de am– bos esposos,conserva para siempre In estimacion y el respeto. Toca ni esposo conservnr ilesos los respetos marita les , y sin traspasar los límites de lo justo, modernr las inclinaciones Lorcidns'tle sn consorte. Cunnclo el esposo ha ya perdido el pre$Ligio que las leyesdivinas )' sociales le han impuesto ni ron traer su enlace, el ma trimon io es una ca lamiclnd . • El mntrimon io en que el hombre es dominado por la mujer, no puede subsistir largo tiempo. Las pasiones del sexo bello son mns vehemen– tes y caprichosas que las del hombre: si la mujer tiene la direccion de los negocios, tanto domés – ticos como de fuera, es casi.seguro que el matri- VARIEDADES. - monio concluye tempestuosamen te. LO S E S P OS O S. (ATITÍCULO ORIGINAL) Creced y multiplicaos dijo Dios al hombre: Un matrimonio en qne los cónyujes se han ct>mprendido é inclentifkado en sentimientos do amor, noblezn v mútuos intereses; hon ra á la so- ciedad. · (Continuará. )

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx