El Heraldo masonico
EL HERALDO. ' Si en eferto Luis Napoleon ha hecho lo qne dice el corresponsal, la masoneria no exist0 ya en Francia; 1. 0 , porque no es el gobierno de 1111 Estado quien deue elejir gra n maestre, pues si el emperador es mason, tendra no mas que su voto; _v 2. º, porque para ser jefe de la órden en un Oriente, no solo se requiere ser mason, sino poseer el último grado. Tenemos a la vista los estatntos generales de Francia, y así lo prescri– hc n. Nosotros creemos que el corresponsal ha aventurado un juicio sin conocimiento de causa, porque es imposibl e que el considerable número de ilustrados masones franceses haya consentido tan gravo atentado. Luis Napoléon pertenecera á la fralerniclad, seguramente, y con su g rande influencia habrá conseguido que el mariscal séa elec to gran maestre. Que este no pertenezca á la mosoneria es otra imposibilidad, como la elec– cion que, se dice, ha, hecho por sí y antes(, el emperador. Desgraciadamente para el señor corresponsal, las probabilidades estan en cont.ra de su aserto, pues desde que califica con epítetos indignos a la mas san ta y circunspecta do las insti tuciones, es porque ni no ticias tiene de ella; y así como ha sido tan lijero para hablal' despreciativamente de lo que no conoce, así lambien debe dudarse ele lo demas que comunica relat.ivamente á la masonería en Francia. Esperamos que los masones franceses que re– siden en tre nosotros y deben estar aL corriente del asunto de que tratamos, se sirvar.i saca rn os de la ansiedad en que nos ha puesto el escritor · del "Comercio. ~ Revista de la Semana. EL C RONISTA DEL « C1uL. -1.co 1,-N nestro colega J e este diario con la benevolencia que le distin– gue, ha tenido á bien dedicará nuestro fferalio dos ó tres artículos elogiando su redaccion y los conceptos que contiene el número 4. Nuestro colega ha visto la publicacion que dirigimos,al través de su carácter bondadoso, y por eso concede méritos que no todos le encon– trarán: unos porque la profundidad de sus cono– c¡mientos los pone á cierta altura que no pueden mira r al suelo, y otros por obtimistas, ó porque en realidad nues!r0s buenos deseos no pueden reemplazar la capacidad de que carecems!'. Pero de cuah;uier modo qne sea, el Cronista de El Chalaco es acreedor a nuestra gratitud, y sus a rtículos nos demuestran que no estan tan vacías de importancia las col umnas de nuestro periódi– co, y que tn l yez El lieraldo , pueda nn dia, ocupar un buen lugar cnl1'e las publicaciones por la prensv . Reciba, pues, nuestro il ustrado colega las mas csquisitas muestras de nuestro reconocimiento. FcrnnALES MASÓN1cos-El Hesp. ·. Ta!I. ·. "Jus- li cia 1, ha efectuado el Miércoles último los <le·I finado horma no J.·. M. ·. U.·.: el ceremouial:-füé solemne y la concurrencia numerosísima: ufia buena orquesta y algunos hh. ·. líricos contrilrn– yeron á la majestuosidad del espectaculo. Los hh. ·• oradores y otros pronunciaron bri– llantes discursos, de los cuales insertamos dos en e l presente número: los ciernas se colocaran en el siguien te. VARIEDADES. P ADRE Y MADRE . (AR'rÍCULO ORIGINAL) (Conclusion) El hombre al nacer"es como la débil planta que, sin el cuidado del horlelano, crece entre la maleza y pierde su -..-iriud originaria. Así el hombre, <:uyos padro.s desatienden su educacion primaria , se infilt ra de los vicios co– mu nes a la huma nidad y es un miembro nocivo en el cuerpo social. Los sentimientos religiosos, que es la mora~ del hombre, deben ser inspirados por la madre, desde la infancia, porque ella posee el secreto de inclinar fácilmente el corazon de su hijo. Si desaparecen los respetos morales y socia– les, y el género humano no refrena sus pasiones , rindiendo homenages sinceros al padre y la ma– dre, la civilzacion paraliza su c1uso. Si e l hombre no echa nna mirada retrospec– ti va s~bre los autores de su vicia y los proteje y ampara, llevará una existencia calami tosa 6 in– saciable. El hijo tierno, ca ri iioso y aplicado es la deli – cia de sus padres, y promete a la sociedad un miembro útil. La verdadera fe licidad de los padres es ver que sus hijos hayan aprovechado sus leccio1Jes y se consagren á practicarlas. La sociedad es muy severa las mas de las veces co.n los hombres humildes; por eso os menester que los padres no olviden fo rtificar el corazon de sus hijos con la dignidad y el vigor. Lns inclinaciones al lujo y la d isipacion de– ben extirparse desdo temprano, porque nada corrompe mas al hombre que esos habites que no pueden satisfacerse. Mil veces es preferible la poh··_.-za unida ü la honradez, que la opulencia acorhrañada del rrí– men. La honra individual es una de las columnas del edilicio sociül: el que ataca á mansal va In repu!acion de otro , no solo es el cólera de la sociedad, sino que demuestra la inmoralidad de sus principios y la corrnpcion do su alma. Si el camino de la Yirtud es estrecho y es– pinoso; la satisfaccion del buen comportamientn es espaciosa y tapizada de flores. Honrariis á tn padre y a tu madre> dice uno
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