El Heraldo masonico

EL HERALDO MASONICO~ } Callao, :,;ábado l° de ~larzo de 1882. { Núm. 5 .;_.;;.¡¡.;;;;;¡;;¡¡¡¡.~;;.;;;;_;;;;;;-_,;;;;;.;;;,_;.;;;;..~..;;¡;;..;;;;::::=:oUnmM~·e-,-~~~~,iii;.;.,.~~~... >t'~– Año 1 EL HERALDO. gion de Jesucristo, tan justa, tan grande, tan su– blime se parnfrasea con un estilo clestemplaJo? ¿Por qué no emplear los razonamientos y dis- C.\LLA.O, 1 o DE I\hnzo DE -J 862. currir con calma y buena (e? La violencia, el ..,....,¡;;;;.;;;.,;;.¡;;¡,;;;;;;~;.;;;;;_,;;;;;;;;;;..;.;;;.;.;:;;; .. ;;;; .. ;;...,;¡¡¡,.;.;.,.,;.;;;· ,...;.·,.,;;;;,...;,;;;; · --=- · in su I to, y I as tri q ni L1 n elas del escritor, eon vence n HrSTORIA, DOCTRINA y FrN U OBJETO DE hasta la evidencia de las capc.iosns intenciones . LA MAS0NERIA. que le movieron á pnhlicar su obra. Al confesar en el prólogo que «hoy no se lw– bla sino de logias y de masones, sin compren– der casi nadie ni una cosa ni otra," está pro– j)nndo que él solo y únicamente él, las ha corn– prendido de la manera que las explica en s:1 li– bro, y sin advertirlo, desde las primeras frases, va haciendo la mejor npologia de la institucion masónica. Y si no, dígasenos, ¿por que no se habla en el dia de otra cosa que de logias y ma– sones? ¿Será posible que la mayoria do los hom– bres ilustrados se ocope<lo una instiLucion eslú • pida, herética, inmoral y refractaria, como la califica el que dice haber conocido los misterios de la fraternidad? Y qu6, ¿entre esas inteli– gencias no ba habido otra qne la suya capaz de comprender lo que son las logias y nrnsonr.s'? ¿Quién sera este hombre, cuya inteligencia es superio1· á la de los dP.mas? Ha llegado a nuestras manos un libreto intitu– lado con el nema que encabeza el presente es– crito, cuya obra impresa en Valparaiso_en el mes de Diciembre del año de 1861, se dice que es traducida por itn fracmason que no lo es mas: y aunque la hemos. lei~o rápil!amen~e, no quere– mos dejar pasar mas tiempo sin dedicar un~s _ro- . cas palabras en el número de hoy, al ong111al folleto, que los enemigos del progreso han echa– do a volar para alucinamiento de las gentes hu– mildes qne aprecian mas la forma que el fon_do de las grnndes cuestiones. Pero los ~dve~sanos de la civiliz.acion no contaban con la recien ve– nida a la vida pública de nuestro pequeño « He– raldo, u y creían que impunemente circnlarian, las que llaman, con el arrojo de su caracter, doc– trinas, cuando en realidad no son otra cosa que una balumba de dicterios y sofismas contra la tnasoneria v los masones. «El Heraldo» pues, si es pequefío en sus dimensiones, · es inmenso en su valor y en la fó que tiene de que la justicia friunfará por mas tenaz y asiduo qúe sea el em– peüo de los egoístas y ultramontanos. « El He– l'cilclo » se promete una solemne victoria porque defiende la verdad y el derecho, y poniendo en transpa rencia el esqueleto del fingido fracmason se vera que la calumnia y el odio mas intenso a la union y a la libertad han movido su pluma.. Si hemos dicho que el hombre humilde ap~·e– cia mas las formas que el fondo de las cuestio– nes, no es porque en el panfleto de que nos es– tamos ocupando, se encuentre un lenguaje dig– no y elevado, no; es porque valiéndose de las palabras de impíos, herefes, enemigos de Dios y de los hombres, con que se apostrofa á los maso– nes, quiere-o ,-'los, esos sempiternos instigado– res de la discort'.lia, deslumbrar a los ménos ins– truidos y arrancarles un voto aprobativo de sus falaces teorías. ¡Hombres inocentes, madres de familia, no los creais porque os engañan! ¡ Encu– biertos con el manto de hipócrita virtud, os quie– ren conducir al servilismo y la degradacion ! ¡ Hechazadlos, porque son los mas feroces ene– migos de la humanidad. Un libro anónimo, plagado de contradicciones y compuesto con un lenguaje desatento y hasta grosero ¿que credito puede merecer? Lij reli· Apénas nos h~mos ocupado de las primeras frases de la iot.rodu<!cion, y ellas, como lo deja– mos manifestado, demuestran que el sofisma y · 1a mala fó son el núcleo de ' la obra que conti– ouarémos refutando en los números siguientes de este periódico; no porque ella pueda dosYir– tuar la inslilucion ni m6nos entibiar el ardor ma– sónico de los hermanos, sino porque deseamos que los no afiliados comprendan el lazo que se les quiere tender y eviten ce n tiempo caer en éi. Aunque ya lo hemos dicho, lo repetimos nue– vamente, que las columnas de «El Heraldo» re– ciben con gran satisfaccion los escritos de los hermanos, y sera mucho mayor, si se ocupan del libreto que nos ha movido a confeccionar es– te artículo. LA MASONERIA EN FRANCIA. En la última correspondencia de Londres di– rijida á «El Comercio» de Lima, leemos, que e! emperador de los franceses ha elejido por sí y ante sí, gran maestre de la órden al mariscal l\Iag– noo, el que « no ha pertenecido jamas á la fra c– masoneria. » Sin ocuparnos de combatir las bur– lescas palabras empleadas por el señor corre~– ponsal al dar cuenta de este snc~so, porgue ti– tulando mogigangas a la masoneria, acredita una completa ignorancia de lo que es ella, y )a ~re– suncion de saberlo todo, irémos a lo pr111c1pal del capítulo de su carta.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx