Boletín de la Biblioteca Nacional N° 61 - 62
71 hunt'anaypaq. Kay Chile llaqta runa kunari simiywanmin rimaykusunki. Imaynam llamp'u-sunqu tayta kunapas flllkñu wawan kunata maskan. Hinataq ari mañaychis, kusi-kawsay p'unchawninchis chayamuspa ama hayk'a– qpas tukunanpaq, wiqi-p'unchaw chayamuqtinri, sinchi phuyuwan hatun phuyuwan huñuykukuspa hina maqanakunanchispaq. Isqun killa, waranqa pusaq pachak chunka isqunniyuq wata. Bernardo O'Higgins. Traducción literal. Yo, el Jefe de la Nación Chile os escribo a todos los que viven en naciones qhichwa, aymara, pukina, a todos toditos. ¡Compatriotas, Hermanos. Ya llega el día para que en nuestras tierras holgando terminen nuestras lágrimas. Todos sabemos que nucsü"OS países son más grandes que otros países, desde el principio del mar hasta su confín. Por eso nuestra tierra es más grande. Así pués, queriendo el sosiego general, para expulsar de nuestro país a los enemigos españoles están peleando en Méjico, en Caracas ya están venciendo, para empezar de nuevo en Bogotá se está reuniendo como nube desde pueblos de afuera. En este país vuestro, Chile, y junto con Buenos Aires, su hermano, descansando de la victoria, como amantes palomas hermanas, están disfrutando ya la hermosa vida. En conocimiento de eso, cruzando el océano desde países más lejanos traen (todo) lo que queremos, conduciéndonos acá también sus sabios sin ocultar nada (a diferencia del obscurantismo y la censura impuestos por España) nos ayudan a que nuestros enemigos no vuelvan acá. Asimismo llevan de este país nuestros productos agrícolas y pecuarios, nuestros tejidos, nuestras plantas medicinales, (todo eso) se llevan (en cambio) con gran satisfacción a su país. Ya sin humillar– nos ante nadie instituimos nuestros jefes, nuestros administradores (contadores, suponiendo que a eso se limitaba la función del khipu-kamayuq ".7), todos los funcionarios, exclusivamente de entre nuestros conciudadanos. Por eso la plata y el oro que entre nosotros va y viene ya no sale a España. Así pues, al respirar ya esta vida dichosa - habiendo hecho desaparecer en la entraí'ia de la tierra nuestros enemigos - al alegrarnos ya (he aquí que) oyendo este pavor: en vuestro país "con sus lágrimas aspergado es el suelo" vuestros her– manos que dicen, nuestro corazón amoroso nos tira, en abandono de la vida ventu– rosa, de Quito hasta Potosí, sea a sufrir, sea a luchar. - "¿A qué vas de nuevo a padecer?" nos interrogamos. Enojado (el corazón) nos contesta: "Dicen que nuestros hermanos están en llamas espantosamente. Si no pueden hallar quien les ayude, sólo con la muerte se curarán en Cochabamba, en Puno, en La Paz, en Cuzco, en Chu– quisaca (hoy: Sucre), en Ayacueho, en todos los pueblos chicos también." En este mar de lágrimas de sangre nadan los huesos de Pumaqhawa, los de Angula, de Ca– margo, de Cabezas, de José Gabriel Tupaq Amaru. No hay recuerdo de siniestro (¿?) de tal tamaí'io como (el que está ligado a) los nombres de (esos) jefes. La ,adoración a (o: las preces de) esos delante de Pachakamaq (o: el Creador del Mundo) nos hace volver, para nuestra liberación de los enemigos. iSí, volvamos, sí adoramos! Como escuchó a (esos) nuestros caudillos, así también a nosotros (Pachakamaq) nos ha de escuchar. ("pachas" suprimido: tal vez en el sentido de "luego"). Entonces sí terminarán la aflicción, los sollozos. No nos degollarán más. Ya no a nuestros hermanos e hijos del corazón arrancando para hacernos pelear
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