Boletín de la Biblioteca Nacional N° 61 - 62
25 La última obra de Alcedo fechada en Santiago es un Himno encomiástico a tres voces con acompañamiento, no de órgano ni orquesta, sino de piano. La obra se estrenó el 14 de setiembre de 1863 en las ceremonias de inauguración de la línea de ferrocarril Santiago-Valparaíso, y homenajeaba al neoyorquino Henry Meiggs (1811– 1877) contratado por el gobierno chileno para la construcción de la línea férrea. Meiggs, quien había sido también ex director de coro de iglesia, había construido el Music Hall en San Francisco, y donado a la Iglesia de la Trinidad de la ciudad, el órgano de dicha iglesia, durante su estadía en California (julio de 1849 a febrero de 1855).94 Desde 1868 hasta su muerte, Meiggs desempeñó un papel igualmente importante en la construcción de líneas férreas entre Arequipa y el mar, y desde Lima, pasando por los Andes, a la Oroya. 95 En Lima, como en Santiago, dio su apoyo generoso a actividades musicales de todo tipo.96 El 14 de setiembre de 1863 tuvo lugar una celebración en la estación del ferrocarril en Santiago, Con la pre– sencia del Presidente José Joaquín Pérez, el arzobispo Valdivieso, el obispo de Con– cepción y otros altos funcionarios chilenos. El himno de Alcedo se ejecutó después de la oración del arzobispo. Abrumado por la emoción, Meiggs "lloró como un niño".97 Un ejemplar del himno de Meiggs es actualmente documento precioso en la colección de Alcedo, conservada en la Biblioteca Nacional de Lima, en la Divi– sión de Manuscritos y Libros Raros. Cuando el 12 de enero de 1864 se leyó ante el cabildo de la Catedral de Santiago la nota del 1? de enero del arzobispo concediendo a Alcedo la licencia de seis meses para visitar al Perú, se ideó una complicada disculpa para justificar tan larga au– sencia. El arzobispo prometió que Alcedo aprovecharía su estadía en Lima para buscar libros de salmodias de canto llano, para remplazar los ejemplares gastados e inútiles de Santiago. Como Santiago seguía las mismas costumbres tradicio– nales de Lima, en lo que a salmodia se refiere, era necesario recurrir al repertorio de Lima y no a nuevos ejemplares de Europa. El arzobispo recomendó también que José Zapiola, amigo íntimo y admirador de Alcedo, lo reemplazara, diciendo que Alcedo "le había propuesto".98 Antes del 12 de enero Zapiola hubo firmado el recibo del archivo de música, y ahora pidió 20 pesos para hacer nuevas copias de un Miserere de Alcedo y otras piezas de la música de Semana Santa. Este Miserere y la Pasión según San Juan quizá sean las obras que merecieron comentarios fa– vorables en un acta de la catedral, el 4 de abril de 1848. 99 El ofrecimiento de Alcedo de copiar salmodias de canto llano durante su estada en Lima no debía tomarse como una mera excusa. A lo largo de sus dieciocho años como maestro de capilla de la Catedral de Santiago había engrosado constan– temente el archivo de la catedral con música que él mismo copiaba. Si bien gene· ralmente se trataba de sus propias obras, el libro que obsequió el 20 de diciembre de 1848 contenía cantos llanos para los maitines de Navidad.1 00 La alta estima de que Alcedo siguió gozando en Santiago, no sólo de su sucesor Zapiola sino rambién de lexicógrafos, como bien lo atestigua José Bernardo Suárez, qUIen ocho años después del regreso definitivo de Alcedo a Lima lo recordaba como el "autor de algunas escelentes composiciones musicales i de un precioso libro titulado Filosofía elemental de la música mui conocido entre nosotros".10 1 En 1900 Pedro Pablo Figueroa escribió: "Su nombre de maestro musical figura con igual gloria, en la historia de Chile i del Perú ... [sus composiciones] le dan derecho a figurar entre los más notables compositores de América".1 02 Infelizmente, este "precioso libro" de Alcedo no figura ni en el General Catalo– gue of Printed Books (1965) del Museo Británico, ni en el Catalogue général des livres imprimés de la Biblioteca Nacional de París. Incluso en Estados Unidos,
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