Boletín de la Biblioteca Nacional N° 61 - 62
20 Para demostrar que debía reducirse tanto el número de músicos como el de cantantes, el 9 de octubrc de 1847, el cabildo negó el hecho que cierto Antonio Fuen– salida tuviera un empleo remunerado (citando la orden del arzobispado, del 19 de octubre de 1846, que decía que "se trataba de economizar los gastos de la músi– ca").51 Pero tan sólo una semana antes, el arzobispo había pedido que se enviaran inmediatamente a Londres 2.000 libras esterlinas en pago del nuevo órgano y que se asignaran 200 al agente que vendría a supervisar la instalación del instrumento en Santiago. Como si esto fuera poco, Valdivieso pidió al mismo tiempo que el ca– bildo iniciara las gestiones inmediatas para la contratación de un "famoso" orga– nista europeo. A mediados de abril de 1849, el arzobispo recibió los dibujos según escala del órgano en construcción en Londres. El 22 de abril pidió al cabildo que se destinaran fondos para costear una ampliación del espacio en el coro,52 y el 10 de julio que enviara otra remesa de 3.700 pesos para ser depositada en la cuenta de B. Flight. El 9 de octubre llegó una carta de Londres informando al cabildo que el órgano estaba en camino. El 20 de noviembre llegó a Valparaíso. J. Flight, que acompañaba al instrumento, exigió nueve libras sin tardanza. 53 En la reunión del cabildo del 24 de enero de 1850, los canónigos autorizaron el pago al "Sr. Flait" de las 200 libras esterlinas estipuladas por la instalación del órgano. Alrededor del 5 de marzo, la instalación estaba casi lista y el cabildo aprobó la contratación de dos organistas. 54 En la misma reunión se autorizó la compra en Europa de música de órgano apro– piada. Los fuelles fueron un problema desde el principio y en las actas del cabildo de fines de 1850 se menciona la dificultad en encontrar mozos suficientemente fuertes. 55 Más de veinte aüos más t¿¡rde, cl arzobif;po encontró robustos defensores para justificar la adquisición dc tan poderoso mstrumcnto, porquc cntonccs se recono– CIO que el órgano "es superior. no sólo a todos los cie America del Sur, sino tambkn a los de la c:;'l Norte". 5(, Pero, a lc' largo dc la década de 1850, los músicos dcspla– zados encontralon simpatizantes que, como ellos, seguían echando de menos los buenos tiempos. Con extremo tacto, Alcedo encontró maneras de satisfacer a este público amante de la orquesta. Cada 18 de setiembre sirvió de legítimo pretexto para el gasto adicional de una orquesta, contratada especialmente para esa solem– ne fiesta patriótica. 57 Convenció a los canónigos de que el propio arzobispo debía ser consagrado al son de una orquesta. 58 Había logrado persuadir al cabildo de que comprara partituras, pero para sorpresa de todos, las que llegaron eran para orquesta y no para órgano, como sc había cncarg¿\c!0.s9 El 26 de octubre de 1852 se esperaba la llcgada de los restos del obispo José Antonio Rodríguez y Zonilla (1782-1841) dcsignado en 1R16, nacido cn Santiago y f:oülecido en España, DO para ser reentelTados en Chile. Nuevamente Alcedo aprovechó la oportunidad para su– getir la pompa de una actuación orquestal, esta vez con la Misa de Réquiem de Mozart, para lo cual hubo que copiar de nuevo las partes. 61 Durante noviembre de 1852, el "magnífico" órgano B. Flight se descompuso re– pentinamente, obligando a Howell a solicitar una fuerte suma para "repararlo". 62 Tres años más tarde, tanto el nuevo órgano como el Hesse comprado en 1842, es– taban en tal estado que no se podía tocar en ninguno de ellos. 63 Como si esto fuera poco, también Howell empezó a enfermarse con frecuencia. En Semana Santa de 1853 "convalecía" de una disentería amébica. 64 Prometió recuperarse para Jueves Santo. No obstante, el arzobispo acordó con los canónigos que debía contratarse una orquesta para toda la semana. En 1855 el cabildo carecía de fondos para pagar una orquesta completa para las
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