Boletín de la Biblioteca Nacional N° 61 - 62

14 contradazas de Henri Herz. 4 Más tarde, Vicenti regresó a Roma y allí VIVJa en 1895 cuando su hijo Isaac, residente en Bolivia, solicitó al gobierno los derechos exclUSIVOS de publicación de una versión "auténtica" de la música. En 1895, armado de los certificados firmados por Juan Roncal, maestro de capilla de la Catedral de Sucre, y dos músicos mayores, el hijo del compositor logró lo que deseaba. Por decreto del 9 de diciembre de 1898 y de setiembre de 1911, se confirmaron los dere– chos exclusivos a las ganancias originadas por la ventas de la versión "auténtica".5 A diferencia de los países vecinos de habla española, el PeIú puedc ufanarse de que su himno nacional fue escrito por un natural del país. Por algo difiere tam– bién de los demás países del hemisferio occidental, pues mantiene un conserva· torio nacional llamado "José Bernardo Alcedo" (=Alzedo)6 en honor del campo· sitor nativo. Nunca viajero a otros continentes, Alcedo no tuvo nunca la oportuni· dad de brillar en el gran escenario mundial y si se le compara con los gigantes que dieron nombre a los conservatorios de Bolonia, Florencia y Milán, José Bernardo Alcedo puede parecer una luminaria demasiado local como para servir de inspi. ración a los estudiantes de música de la Lima de hoy. Sin embargo, como se tratará de demostrar en este artículo, Alcedo se destacó en muchos aspectos, como como positor no sólo de música ligera sino también de misas solemnes con acompaña– miento de gran orquesta, como escritor no sólo de ensayos pcriodísticos sino tam– bién como eminente tratadista, como director no sólo de coros de pequeños con– ventos sino también como director de música de la Catedral de Santiago Cn una época muy especial, todo lo cual lo hace merecedor del agradecimiento de los músicos de ambos continentes. En los dos tomos de la Historia Crítica del Himno Nacional con la denuncia de una estrofa apócrifa y de otras anomalias, adulteraciones y errores en la letra y en la música (Lima, Juan Mejía Baca y P. L. Villanueva, 1954) Carlos Raygada descorre el velo que oscurecía varias facetas de la vida dc Alcedo. Para empezar, el certificado de casamiento de Alcedo copiado del folio 176 del Libro N° 6 de Matrimonios (1854-1858) de la parroquia de San Lázaro, Santiago, Chile, atestigua que la madre del compositor se llamaba Rosa Reluert0 7 y na Rosa Larraín (nom– bre que daba el biógrafo de Alcedo en 1869).8 El 31 de mayo de 1797, el padre del compositor, José Isidoro Alcedo, pasó un examen que lo habilitaba a trabajar como cirujano y farmacéutico principal en el Hospital de Lima, Nuestra Señora Santa AnaI.9 En 1825?1826, José Isidoro Alcedo vivía todavía y en aquellos años fue ciru– jano del ejército durant': el sitio del Callao. En cambio, la madre del compositor casi con seguridad era de familia menos adinerada. De descendencia en parte africana, consultó al padrino del hijo, no al padre, cuando llegó el momento de decidir sobre la educación y la carrera del niño. En lo referente a la fecha de na· cimiento, el biógrafo de 1869 sugiere el año 1798. Sin embargo, por razones que se examinan más adelante, es imposible que haya nacido en esa fecha. Una más fac– tible es el 20 de agosto de 1788)0 El 22 de mayo de ese mismo año de 1788, fray Cipriano Aguilar (quien sería más tarde el primer profesor de música del niño) tomó el hábito en el convento de San Agustín de Lima ll . En 1869 Alcedo recordaba agradecido a fray Cipriano Aguilar y a otros tres compositores, activos en la capital virreinal antes de 1820, cuya música Alcedo consideraba digna del reconocimiento europeo: Toribio José del Campo y Panda "compositor, ilustre ensayista y destacado constructor de ór– ganos"; Melehor Tapia y Zegarra, "compositor y organista de la Catedral de Lima", y Pedro Jiménez Abril, "también conocido por Tirado, natural de Arequipa, quien, además de las Misas y otras obras serias, escribió admirables sinfonía~ y concier– tos para violín")2 En 1966 todavía podían encontrarse obras de estos cuatro valores

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