Boletín de la Biblioteca Nacional N° 43-44

28 El tomo IV, que comprende el primer cuatrimestre de 1792, empieza como los otros, con la lista de los suscritores. Aunque anteriormente se habían quejado los redactores de que sus abonados no cumplían con puntualídad en pagar su compromisos, el hecho es que en esta oca– sión se leen los nombres y títulos de 392 suscritores, entre ello el propio Virrey y el Arzo– bispo de Lima. No es eso lo más llamativo. Lo que sorprende es que el )V[ercurio se hubiese popularizado tanto en el resto del mundo americano. Lo comprueban los siguientes hechos: a riesgo de cometer omisiones, anotamos 3 suscripciones de Buenos Aires, entre ellas las del Virrey Arredondo¡ 2 de La Plata; 3 de Bogotá (entre ellas la del Virrey Ezpeleta), 3 de Chu– quisaca (entre ellas la del Presidente de la Audiencia), 4 de Chile, 4 de Quito, 1 de México (la del Arzobispado), 2 de Guayaquil, 1 de Madrid, 1 de Santo Domingo, 1 de La Habana, 1 de Cochabamba, 2 de Potosí, 1 de La Paz. En cuanto al propio territorio actual del Perú, encontramos 6 suscripciones del Cuzco, 3 de Tinta (zona del alzamiento de Túpac Amaru), 2 de Arequipa, 2 de Jauja, 2 de Huamanga, 1 de Cotabambas, 1 de Ocopa, 1 de Otuzco, 1 de Chancay, 1 de Sicuani, 1 de Abancay, etc. Es decir, que el radio de acción del Jllercurio cubría todo el Perú su acepción del siglo XVI, o sea, lo que son ahora Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile, Argentina. De nuevo denuncian los redactores la conjurac10n contra el periódico. En el número 104, del 1? de enero de 1792 se habla del "desagrado y desprecio con que ha rechazado los malicosos esfuerzos de sus rivales" Comentando este hecho el '.Merrnrio filosóficamente agrega: "El Cardenal Camus decía muy bien que tres cosas no pueden conse– guirse; el mérito sin envidia, la vida sin disgusto y un libro que agrade a todos" (*). Este es el caso del periódico. Los ternas que siguen no pueden ser más variados, demostrando la enonne amplitud de la curiosidad del grupo: la geografía física del Perú (Nos. 105-106); la historia de un cólico extraordinario (N9 110); un discurso del Obispo de Quito (N9 112); dos nuevos comentarios sobre la música en general, en el Perú y la de los yaravíes, completando lo dicho en el nú– mero 101 (Nos. 117 y 118); etc. En la Carta sobre la música hay datos interesantes acerca de la afición a ella en el Perü. Se menciona entre los mas célebres ejecutanes al huachano D. Joseph Orejón de Aparicio, organista; "al incomparable Campo", profesor de música; a Corelli, a los cuzqueños Górnez (violinista), el rlermano Artiedad (dulzainista), Esparza (arpista), etc. Una observación digna de recogerse es la de que el indio fuese "también" capaz de can– tar con alegría: no estaba previsto. Pero, una colaboración reveladora de hasta qué punto era libérrimo el concepto vigente de los Mercuriales, está en el número 118 cuando se discute el problema de "los maricones", llamados así. sin más ni más. La referencia que sirve de punto de partida a este comentario es una colaboración inserta en el número 94, en la que se daba cuenta de que la homosexualidad no dependía de la debilidad de los individuos, sino que se daba el patente caso de que fero– ces negros esclavos de Guínea venían trayendo consigo el vicio de la sodomía; maricones ellos mismos. Hay detallado estudio sobre las Casas de Caridad, en los números siguientes, se nos brindan allí abundante y curiosas noticias, como la referente a las Divorciadas, para quienes había una Casa especial que, por hallarse en una calle determinada del actual Jirón Carabaya (entre el de Cuzco y del de Puno) dió su nombre a la calle misma, tal como el Padre Jeró– nimo Fray Diego Cisneros, impuso su nombre a la calle de San Teresa (hoy cuarta de Puno) donde aquel tm·o su casa y su biblioteca. * )\fercurio Peruano, N• 104, 10 de enero de 1792, p. 2.

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