Boletín de la Biblioteca Nacional N° 43-44

19 idea cabal del contenido y alcances de ese famoso periódico. La reedición de don Manuel Atanasio Fuentes, no tiene el orden y la integridad debidos. Los libros poseen sus propios re– cursos, su sortilegio intransferible. Cuando se trata de antigüedades o reliquias hay que ofre– cerlas directamente en su forma originari;:i, que es como si dijéramos, en su salsa. Ahora bien, por ser tan importante la publicación del Jr1 ercurio, no se lo puede reseñar a la ligera y hasta conviene abusar de las precisiones. En el presente caso no sobran: apenas bastan. En 1790, y gobernando el Virrey Teodoro de Croix, se formó en Lima un grupo de es– clarecidos varones, a fin de consagrarse al debate y al estudio y tener su vocero impreso: el grupo según sabemos se llamó la Sociedad de Amantes del País¡ su órgano impreso el Jrfer– curio Peruano. Corresponde esa etapa del Perú y no se requieren especificaciones al empuje cultural que se había desatado en España y extendido a sus colonias Sagaces gobernantes, co– mo Luis de las Casas en la Habana, Ezpeleta en Santa Fe, Revillagigedo en México, Sobre– monte en Buenos Aires, habían resuelto sacar a los Reinos ultramarinos de su oscuridad y ex– ponerlos a las claras y jactanciosas folgores del Iluminismo. El examen que de esta época hace Jean Sarrailh en su admirable tesis .[' Espagne eclaire de la seconda moitre d11 :X'V111 eme siecbe 1954 basta para tener una visión completa del período y la cuestión Imprimerie Nationale. En realidad, no se trataba solamente de seguir los pasos del Iluminismo francés, cuyos magníficos frutos se llaman el Contrato Social, el Emilio, El es¡úrit11 de las leyes las Cartas de 11na pernana y las Cartas persas, sino que, quizás a causa del estímulo racional y realista emanado de aquellos, había surgido la conciencia de que cada país era un misterio por desve– lar; que el hombre era en gran parte una emanación de su paisaje; que el clima ejercía una acción primordial sobre las costumbres y que, por tanto, sin ahondar el conocimiento de la geografía, y, las ciencias naturales, de una región, era imposible alcanzar ideas apropiadas sobre sus habitantes y sus hábitos. Dicho de otra manera: que sin el dominio del medio físico salían sobrando la filosofía, la historia y la política. Esta convicción retrotraía la curiosidad de los sabios a los pobladores autóctonos o más antiguo de cada lugar, tanto como sobre sus rin– cones más característicos. De ahí que los "Amantes del País" lo fueran, en verdad, de la geografía y la antropo– logía del Perú. No por casualidad coincidieron Francisco José de Caldas, en Nueva Granada, con don Hipólito Unánue, en atribuir al clima el orígen y la causa de las formaciones y de– formaciones de los individuos. El trabajo del último acerca del clima de Lima (1803) puede considerarse como la piedra angular de la sociología peruana. Desde luego, esta tendencia no surgió de un día para otro. El proceso de su formación se remonta a los finales del siglo XVII. En Peralta y Barnuevo encontramos entonces opiniones muy claras sobre el particular, especialmente en el prólogo de J-listoria de España vindicada (Lima, 1730). Poco después la desaprensiva Madame de Graffigny, en sus Lettres d'une Pe– ruvienne (París, 1747), exalta a los peruanos y teje una trama absurda, pero conmovedoramen– te banal entre un príncipe y una princesa incas, el uno residente en Madrid y la otra en París, y la hace comunicarse por medio de quipus que la deliciosa Madame aperuanada descifra a maravilla. La teoría del "bon sauvage", propuesto por Montaigne desde el siglo XVI, se con– vierte en teoría revolucionaria política a mediados de XVIII y con Rousseau, y en novedosa tesis científica con Montesquieu. No podían escapar al imperativo de su época los peruanos del país, máxime si se con– sidera que había entonces hombres de muy alto nivel cultural y aguda curiosidad científica, como Baquijano y Carrillo, Rodríguez de Mendoza, los Padres Girbal y Sobreviela, Hipólito Unánue (futuro fundador de la Escuela de Medicina de San Fernando), Juan Egaña renova– dor del Derecho en Chile y otros no menos ilustres. No obstante lo cual no habrían podido editar el periódico sino es gracias a don Jacinto Calero y Moreyra, bajo cuyos auspicios téc– nicos se apresuraron a editar los resultados de sus buscas y pesquisas en torno de territorio y las condiciones físicas y meteorológicas de las instituciones principales, y de los hombres repre– sentativos de los aspectos de la minería y del desarrollo comercial, del Perú. Calero era un personaje animoso y ordenado. Antes de empezar la edición regular del Jrfercurio hizo circular

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