El Sexto
Nos trasladaron de noche. Pas~mos directamente por una puerta, del pabellón de celdas de la Intendencia '. al patiO del Sexto. Desde lejos pudimos ver, a la luz de los focos eléc- tricos de la ciudad, la mole de la prisión cuyo fondo apenas iluminado mostraba puentes y muros negros. El patio era inmenso y no tenía luz. A medida que nos ...'. aproximábamos, el edificio del Sexto crecía. lbamos en silencio. Ya a unos veinte pasos empezamos a sentir su fetidez. Cargábamos nuestras cosas. Yo llevaba un delgado colchón de lana; era de los más afortunados; otros sólo tenían frazadas y perjódicos. Marchábamos en fila. Abrieron la reja con gran cuidado, pero la hicieron chi- ,._, rriar siempre, y cayó después un fuerte golpe sobre el ~ acero. El ruido repercutió en el fondo del penal. Inme- diatamente -se oyó una voz grave que entonó las pri- meras notas de la "Marselles~ aprista", y luego otra altí- .) sima que empezó la "Internacional". Unos segundo_s ,; después se levañtó un coro de hombres que cantaban, - compitiendo ,ambos himnos. Ya podíamos ver las bocas ' de las- celdas y la figura de los puentes. El Sexto, con su tétrico cuerpo estremeciéndose, cantaba., parecía mo- verse. Nadie en nuestras fil,as cantó; permanecimos en silencio, escuchando. El hombre que estaba delante de mí. lloraba. Me tendió la mano, sosteniendo con dificul- ) 9 (
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