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Prc1H11u1elil(O para.

libros

Dcscle 1885 basta 1906

Ja

Biblioteca sMo contíi con una sub–

vención de cien soles, insuficiente á todas luces aún parR co111-

prar, á precio ínfimo, los folletos

y

libros que vcnJeclorcs ambu–

lan tes me traen con frecuencia. Casi todas las o

lnas

que recibía

del extranjero eran resultado ele petición mía

á

los autores ó á

mis amigos y corresponsales literarios.

En 1896 el Presidente seíio1· ele Piérola, en una ele sus visib-18

al establecimiento, convino en que

ya

era tiempo ele poner térmi-

110

á mi condición ele

BrnunTE:CARIO-l\1r<:NDIGO,

condición nada

decorosa para

t111

país cuyo c. lado rentístico rnejorahn;

y

con

cargo á la partida de extraordinarios ele! \línisterio, asignó otros

cíen soles

1rnra

p;;igo de las obras que yo pidiera

{t

libreros ele

Mac1ricl y de l'Hrís. El PreRiclente señor de R<>111aña declrll'Ó tam–

bién subsistente este eµ:reso fiscal.

El actual Presidente, cX.celentísimo señor Pardo, extremó su

propúsito de enriquecer los a.naquek,, haciendo consignar en el

l'resupue to general de la república una partida ele 64 libras al

mcs,para atender al ervici0 ele alumbrndc-

qu~

exigiese la lectura

noclu111a, <lRÍ como al imprescindible

ga~to

de encuadernación,

<le. tinándo. e el 1·csto ele la pn.rticla para compra ele libros en el

país y en el extranjero. Desacuerdos

..:011

el Ministro me hicieron

abstenerme de pedir obras á las librerías de Europa durante

el

año de

190G,

hasta que ocupaclo por el doctor Jon Carlos Wash·

burn el sillón ministerial, desapareció el sistemático empeño de

poner obstáculos á mis iniciativas,

y

ele negarme hasta compe–

tencia intelectual parn. designar las olirns que convenía aclqui1·ir·

f-lólo aRí, conflaclo en la buena voluntad de mi superior jerúrqni·

co,

y

en la libernlidad ele] presidente ele la repúblicri, he podido,

clescle 1!)07, irnpulsar nuestro candal bibliográfico hasta el pun–

to ele que Rtlpere hoy al número de volúmenes que tuvo la primi·

tiva Biblioteca.