AN'l'IGUA BIBl,IO'rECA.
Treinta días de?pués de jnrada la independencia del Perú, es–
to es, el 28 ele agosto de
1 ' 21,
expiclié) el general San Martín un
decreto en virtud del cual se creaba la Biblioteca Nacional. El
Protect.orveía
ep
la difusión de las luces el elemento má!'; pocie–
roso para alcanzar en su plenitud los goees de la libertaci. Ef
sabía que, si los apóstoles
recibiero1~
como
mi~ión
suprema la
de la enseñanza, la sociedad moderna la había uni,'ersalizacJo
creando la Biblioteca. Trabajar por la ciencia, trabajar por la
ilustración del pueblo es, como dice L::tbnulaye, trabajar por la
libertad. Por
p~queña
que sea la semilla, ella puede ser el ger–
men de robusta
y
gigantesca encina. Una Biblioteca no clebe,
pues. apreciar e podas apa1·iencias del p1-esente, sino por las pro–
mesas que ella encarna para el porvenir.
El
17
de setiembre de L
22
inauguraba San Martín, con ex–
plénd ida solemnidad,
l!t
Biblioteca que poseyó el Perú durante
cincuentaiocho años, hasta que, por un procedi111iento de barba–
rie.indigno de nuestro siglo, quedó destruída en
J
881.
La Biblioteca se inaug;uró cou
11,256
volúmenes, de los que
cerca de 600 fueron obsequio del general San Martír.
y
de sus mi–
nistros 1\[onteagudo y García del Río; y los restantes donativos
del Cal>ildo, de la Universidad, de las comunidades religiosas y
de los particulares. La copiosa librería de los jesuítas puede
asegurarse que sirvió de base fundamental.
Aumentada algunos años más tarde con el legado de
7,777
volúmenes hecho por el doctor don Mig-uel
Fuente~
Pacheco,
·y
con adquisiciones de menor cuantía, la cifra total de lib1-os co–
locados en los estantes alcanzó
á
20,488 v-:ilúmenes, clasificadós
en el orden que Córdoba
y
Urrutia consigna en su Estadística de
Lima. El establecimiento pasó luego por diversas alternati>as,