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8efio1· Min istro d e Justicia, Instrlwoión Pública

y

Culto.

Al cumplir veinticinco años en el desempeño ele la dirección c1e

la Biblioteca. creo que la Memoria , á que estoy obligado por

prescripción reglamentl:lria, no debe limitarse

á,

dar cuenta de lo

realizado en los últimos doce mesei:;, sino ser compendiosa reseila

de la labor de un cuarto de siglo.

Tan luego como, en octubre de

1883,

después ele las graudes

desventuras patrias, volvió á enarbolarse en Lima el pabellón

nacional, el supremo mandatario ele la república,general Iglesias,

me dispensó la altísima honra ele encomendarme el resurgimiento

de la Biblioteca que creara el gen'!ralísimo don José de San Mar–

tln y que, como acto de salvajismo guerrero, había sido destruída

y dispersada á los cuatro vientos por el invasor.

Acaso hubo sobra de audacia en mí al aceptar compromiso

para cuya realización no podía contar con recursos fiscales, por

]a deplorable condición en que,

á

raíz del término de la guerra,

quedó el tesoro público; pero con'tñba, en p1·imer término, con el

patriotismo de todos los pernanos ilustrados, y después con mis

Yaliosas 1·elaciones literarias en el extranjero.

Anks de historiar, en párrafos diversos, la obra encomenda–

da en

1883

á

mi entusiasta y perseverante esfuenw, más que

á

mis aptitudes, acaso muy deficientes, estimo preciso reproducir,

á

guisa ele intrndncción

á

mi Memoria de un cuarto de siglo, el

capítulo pertinente que sobre la Biblioteca Antigua apareció en

mi Memoria inaugurnl de

188±;

y hág·olo, no tanto por su sig–

nificación histó1·ica sino por ser indispensable para hacerse cabal

-concepto de lo pooo

ó

mucho realizado en aquel lapso de tiempo.