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DE LA BIBLIOTECA

NACIONAL.

lu

No hay biblioteca posible manteniendo los libros

á

la rústica

6

sin

cambiarles el forro de pergamino, sobre el que la polilla ejerce destruc–

tora influencia. No es para mí cuestión de armonía ó de lujo, sino de

vital conservacion para una librería, el cambio de pastas ó forros

á

las

obras que lo requieran. Actualmente exceden de 8,000 los volúmenes

que, con urgencia,

re~laman

tal mPjora. Toca al Supremo Gobierno

atender

á.

ésta, que considero inaplazable, exigencia.

A mi juicio podría establecerse un buen taller de encuadernación

en el hospicio de huérfanos, consultándose así al par de la economía,

el inapreciable provecho yue obtendrían los jóvenes con el fácil y en–

trete1'lido aprendizaje de un oficio lucrativo. De acuerdo yá con el

activo director de Beneficencia, doctor Felipe Varela y Valle, somete–

remos, dentro de breves días, nuestro proyecto

á

la consideración del

ministerio.

Estantería

y

mobiliario.

~

~

K

los salones

Ainérica

y

Eu.ropa,

si bien existían los estantes, no

d

..;_, había un sólo anaquel. En - cuanto al saloncito que contuvo la

librería donada por Fuentes Pacheco, no encontramos ni vestigios ele

estanterí11..

Hasta el mes de Mayo tuvimos que hacinar en el suelo Jos dona–

tivos de libros, por carencia de anaqueles donde colocarl-0s. Cons–

truidos estos, creí conveniente emplear el sistema de alambrado

:r

las puertas de los estantes, ,como es de práctica en casi todas las

r

cipales bibliotecas, y como las condiciones de nuestro clima lo acc

jan. Es para mí una verdadera extravagancia el uso de cristales e_

estantería de una biblioteca plÍblica, atendiendo á que la falta de

li

corriente de aire influye en el desr,lrrollo de la polilla, ese enemigo

saciable y eterno del libro.

Para combatir la polilla, y sin excluir la trementina, el mirbanc

la pimienta, usados en diversas bibliotecas de América, he ensayad0

l

aplicación del petróleo en las costuras de cada libro y, hasta ahora, n

estoy descontento del ensayo.

El salón de

Eu1·opa

constaba de 44 estantes bajos con cuatro an

queles cada uno para libros infólio, y

49

estantes altos con tres ci.naqne–

les. Hoy, conservando un solo anaquel para infólios, he reducido los

restantes

á

las proporciones de 4.

0

mayor, lo que nos ha dado seis ana- ·

queles por estante bajo y cinco por estante alto. Así se ha conseguido

que en el salón de

Eitropct

pueda colocarse un tercio mas de los volú-

menes que antPs contuvo.

.

Igual modificación he introducido en la estantería del salón

Amér-1~ca,

que se compone de 18 estantes bajos y 23 estantes altos.

Respecto

á

mobiliario no encontramos silla, mesa ni escritorio a

1-

guno. Provisto se encuentra hoy el establecimiento de todos los

rr"· -

bles

neées~nios.