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nes,

á

excusarse de emprender especulaciones cuyo re–

sultado es lejano,

é

iniciarlos en el cultivo del gusano

de seda, se han propuesto por las autoridades locales

recompensas y premios de concurso para los que hu–

biesen plantado un número determinado de plantas de

moreras, como por los que hubiesen producido una can–

tidad, que se

fijó,

de capullos, y tambien para los que

hubiesen elavorado estos de taló cual modo en un tiempo

determinado. Si hubiesen sido dictadas estas medi–

das por personas de conocimientos especiales

ó

pro–

fesionales, de seguro que habrian producido mejor

rnsulta<lo del que se ha logrado. No habiendo habido en

esta medida otro fin que el interes momentáneo, se han

descuidrdo las prescripciones agrícolas

é

industriales,

únicas que podian afianzar la plantacion y el porvenir

seguro de la seda.

Para ganar el premio, muchos han sido los concurren–

tes que emprendieron la especulacion, aun cuando n o

tenian los conocimientos del caso. El resultad" por ejem–

plo de California, es que hay allí muchas plantaciones

de morerrs en varias partes, pero que no corresponden

á

su fin ni por la elase de plantas ni por el método qu e

conviene

á

las plantaciones, ni por el sistema de criar–

las y que es propio

á

aquel clima

y

circunstancias lo–

cales.

El móvil de ganar tiempo, porque es dinern, segnn el

aforismo americano, no podía convenir aplicándolo

á

este cultivo ni al otro porque exige,

á

mas de los cono–

cimientos especiales

y

capitales, un estudio anticipado

de la localidad. No habiéndose observado estas pres–

cripciones, el resultado no ha podido ser sino la pérdida

del tiempo y del dinero, como lo precisa la _carta que