Literatura, imaginación y silencio

35 tancias únicas y particulares en las que una voz, la voz escuchada, tiene lugar. En ese encuentro marcado por lo dialógico, la posi- ción de sorpresa genuina de los mediadores y mediado- ras sobre lo que tienen para decir los otros sobre un tex- to es parte vital de ese acto compartido y una puesta en cuestión de las posturas monológicas y autorreferencia- les. Asumir que las significaciones son siempre sociales lleva a ver que los otros siempre pueden sorprendernos y enriquecer o desestabilizar productivamente lo que pen- sábamos sobre ese texto compartido hasta el momento de compartir la lectura. La convicción sobre la provi- soriedad y el carácter incompleto de nuestras propias significaciones es una puerta hospitalaria a que las signi- ficaciones de otros se entrelacen con las nuestras. Es a partir de esa apertura hacia el enigma que se pue- den propiciar redes colectivas de imaginarios en torno a la lectura. Desde esta mirada social, la imaginación no implica un encierro en uno mismo sino la posibilidad de pensarnos como seres entre y con otros. Como dice Georges Jean, «la imaginación de cada quien es única, al mismo tiempo que se comparte» (1990). La imagina- ción deja de ser volátil e inefable y se vuelve real, tangi- ble, aunque siempre esté en el orden de lo inapresable ya que esa es su razón de ser. Imaginar lleva a inaugurar lo desconocido y recibir con ojos nuevos lo conocido.

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